Variedades tradicionales, apuesta segura / Inés Medina

Fecha: 15-Mar-2021

Inés Medina Lozano 
Unidad de Hortofruticultura
   Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
imedina@cita-aragon.es

Antes de poner de manifiesto la importancia de las variedades tradicionales de cultivos agrícolas, cabe destacar que se definen, por lo general, como aquellas que han mantenido los agricultores a lo largo del tiempo mediante selección activa y/o mejora de las mismas en un área concreta y que, por tanto, están adaptadas a las condiciones ambientales locales. Asimismo, las variedades tradicionales constituyen un punto intermedio en la escala de la evolución entre las especies silvestres relacionadas, que podemos considerar como los ancestros, y las variedades comerciales, que todos conocemos y vemos cada día en los supermercados, y que han llegado hasta ahí gracias a procesos de selección y mejora de ciertos caracteres. Un ejemplo concreto de estos tipos de material vegetal, en este caso de lechuga, se puede ver en la Figura 1.

Figura 1. Ejemplos de especie silvestre, variedad tradicional y variedad comercial de lechuga. Fuente: Proyectos RTA2017-00093-00-00 y LMP164_18.

Las variedades tradicionales se caracterizan por constituir poblaciones muy diversas que albergan una enorme variabilidad genética. Estas propiedades les han permitido adaptarse a distintas condiciones locales y afrontar ciertos cambios adversos. Pero no solo eso: dentro de esta gran diversidad, también es más probable encontrar individuos que sobresalgan por encima del resto en cuando a propiedades nutricionales se refiere. No obstante, la importancia del valor nutricional de los cultivos se dejó de lado en los años 60 con el surgimiento de la Revolución Verde, que tenía como principal objetivo el aumento del rendimiento mediante la obtención de cultivos más productivos y/o más resistentes a enfermedades y plagas. Esto ha provocado en muchas ocasiones una reducción en la cantidad de nutrientes de frutas y hortalizas, contribuyendo así a la malnutrición, problema de salud pública a nivel global. De hecho, según datos de la FAO, casi 690 millones de personas, prácticamente el 9% de la población mundial, tuvieron problemas de desnutrición en 2019, principalmente en los países en vías de desarrollo. Sin embargo, esta deficiencia de nutrientes en frutas y hortalizas que consumimos habitualmente, que es en parte responsable de la conocida como hambre oculta, también afecta a países desarrollados.

Por lo tanto, si estos individuos más ricos nutricionalmente están a nuestro alcance, podemos tener en nuestras manos una buena alternativa tanto para ayudar a combatir el hambre oculta como para satisfacer nuestras preocupaciones actuales por una dieta saludable. Son muchos los casos en los que variedades tradicionales de cultivos agrícolas básicos son más ricas en nutrientes esenciales y/o en compuestos beneficiosos para la salud, como los antioxidantes, tan de moda hoy en día: variedades de tomate de la sierra del Segura (Negro Yeste o Verdal) más ricas en β-caroteno (precursor de la vitamina A) o variedades de tomate  de Murcia (CIDA-62) más ricas en carotenoides, especialmente licopeno; variedades de melón de distintas zonas de la región de Madrid (Tendral Negro o Tradicional de Villaconejos) con alto contenido en vitamina C; variedades de trigo de Canarias (Raspinegro canario o Arisnegro de Tenerife) más ricas en minerales como hierro, cobre, zinc y manganeso; variedades de berenjena de Valencia (IVIA25) con polifenoles abundantes y un largo etcétera. Además, estos son solo ejemplos de variedades tradicionales cultivadas en España. A nivel mundial las opciones que tenemos son mucho mayores.

Por otro lado, las variedades tradicionales constituyen un buen punto de partida en programas de mejora tanto clásica como biotecnológica para la obtención de cultivos biofortificados, es decir, aquellos que presentan per se un valor nutricional más alto. En ambos casos pueden aportar variabilidad genética, escasa en las variedades comerciales, así como suponer un ahorro considerable de tiempo y recursos al tratarse de transferencia de genes entre variedades de la misma especie (cisgénesis), en vez de entre especies silvestres relacionadas y variedades comerciales (transgénesis). Además, se cree que la cisgénesis tendrá más aceptación que la transgénesis entre los consumidores. Otra de las ventajas que presentan las variedades tradicionales es que podrían suscitar cierto interés en estos tiempos de cocina vanguardista, debido a su aspecto menos común y a sus sabores, en algún caso olvidados. Ejemplos de esto son el plátano rojo, procedente de Ecuador y que actualmente se comercializa en Canarias, del que se dice que presenta un sabor dulce que recuerda ligeramente a la frambuesa o las zanahorias moradas procedentes de Italia, ambos con un alto contenido en antioxidantes (Figura 2). Por último, el mercado de proximidad podría verse beneficiado, especialmente en áreas rurales, con el regreso de variedades que trabajaban las generaciones pasadas.

Figura 2. Plátano rojo y zanahoria morada. Fuente: https://pixabay.com/es/

Ahora bien, a pesar de sus cualidades, el interés en las variedades tradicionales por parte de los agricultores ha ido disminuyendo a lo largo de los años debido a la modernización e intensificación de la agricultura, viéndose, por tanto, sometidas a un importante proceso de desaparición y a una erosión genética sustancial a favor de nuevas variedades comerciales. Por suerte, el relevante papel de los bancos de germoplasma, encargados de conservar y catalogar material vegetal de todo tipo, ha permitido preservar gran parte de la biodiversidad de las plantas. Es más, las variedades tradicionales constituyen el tipo de material vegetal más abundante en estos bancos, con una representación del 37% de un total aproximado de 2,5 millones de entradas en Genesys (portal que aporta datos de caracterización y evaluación de recursos genéticos de plantas procedentes de bancos de germoplasma de todo el mundo). Estas están seguidas de material de mejora e investigación, variedades avanzadas y mejoradas y especies silvestres, con representaciones del 27%, 19% y 17%, respectivamente. Esto demuestra cómo los bancos de germoplasma han sabido ver lo valiosas que son las variedades tradicionales. No nos quedemos los demás atrás.