Seguridad alimentaria mundial y pérdida de biodiversidad

Fecha: 20-Jan-2020

Fuente: Qcom

Antonio Limón. Director Académico y de Calidad y consultor de la división de Alimentación de CESIF

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura) lleva tiempo alertando de la pérdida de biodiversidad que sustenta nuestros sistemas alimentarios, especialmente desde la publicación de su primer Informe sobre el estado de la biodiversidad para la Alimentación y la Agricultura en el mundo. Para dicho informe, la FAO recogió la información de 91 países, incluido España, sobre el estado de los ecosistemas agrarios, forestales, terrestres y acuáticos. En nuestro país, el informe puesto a disposición de la FAO detalla el proceso de erosión que sufre la biodiversidad en España, de forma análoga al que se está produciendo a nivel mundial. Nuestro país es uno de los países con mayor diversidad biológica de la Unión Europea y es uno de los 25 puntos calientes de la biodiversidad del planeta; también es uno de los Estados de la Unión en que se encuentran mayores y más numerosas extensiones de territorio natural o seminatural. El informe señala las causas de la reducción de nuestra biodiversidad, entre las que se citan la pérdida y degradación de los hábitats (consecuencia de la intensificación y cambios en los usos del suelo y el desarrollo urbanístico), la sobreexplotación de recursos, la contaminación ambiental, la introducción de especies exóticas invasoras, la desertificación y el cambio climático.

A escala planetaria, esta conjunción de problemas está provocando una reducción del número de especies, una reducción de los ecosistemas y, en última instancia, una reducción genética que afecta no solo a la seguridad alimentaria sino también a la salud humana, pues una pérdida así significa que estamos perdiendo, incluso antes de descubrirlas, muchas sustancias naturales y genes como los que ya se descubrieron antes en la historia de la humanidad y que han brindado enormes beneficios sanitarios a nuestra especie. Esta es la conclusión de la FAO, y aunque la explicación es muy extensa, es posible abordarla desde varias cuestiones clave como las que siguen. 

Para entender la influencia de la pérdida de la biodiversidad en la seguridad alimentaria y en la salud humana hay que considerar el hecho de que nuestros sistemas alimentarios dependen de todas las plantas y animales que proporcionan alimentos, piensos, combustible y fibra y también de los organismos que apoyan la producción alimentaria a través de los servicios ecosistémicos como plantas, animales y microorganismos que mantienen los suelos fértiles, polinizan las plantas, purifican el agua y el aire, mantienen sanos a los peces y a los árboles y combaten las plagas y enfermedades de los cultivos y del ganado.

Así, la nutrición y la biodiversidad se vinculan en muchos planos: el ecosistema, donde la producción de alimentos es un servicio; las especies presentes en el ecosistema y la diversidad genética de esas especies. Y aquí es clave la dependencia que tenemos de cada vez menos especies para alimentarnos (de 7000 plantas, a 200, de las que solo 9 representan el 66% del total de la producción agrícola y solo 15 proveen al 90% de la humanidad de la energía necesaria para el funcionamiento diario  - y sucede algo muy similar con las especies animales, de las cuales solo unas pocas nos suministran carne, leche y huevos, y las marinas, donde un tercio de las poblaciones de peces están sobreexplotadas y más de la mitad han alcanzado su límite de explotación sostenible).

En definitiva, todo está relacionado de forma interdependiente, y por eso estamos ante un reto de vital importancia, no solo en la industria alimentaria sino a nivel global.

El actual proceso de empobrecimiento de la biodiversidad en todos los ámbitos (agricultura, ganadería, pesca, bosques) afecta a la seguridad alimentaria mundial porque dependemos de esa riqueza para sostener dietas nutritivas y una alimentación saludable, mejorar los medios de subsistencia rurales y reforzar la resiliencia de las comunidades; pero también para afrontar los desafíos del cambio climático y producir alimentos de forma que no dañemos al medio ambiente. De lo contrario, nos enfrentamos a una situación que agrava considerablemente nuestra ya frágil seguridad alimentaria (en palabras de José Graziano da Silva, director general de la FAO en 2019).

De esta forma tan contundente se expresa la FAO, y con la misma contundencia requiere a los estados que tomen medidas. Estas deben pasar por reforzar los marcos legales, normativos e institucionales para el uso sostenible y la conservación de la biodiversidad, crear incentivos y medidas de distribución de beneficios, promover iniciativas en pro de la biodiversidad y abordar los principales factores que provocan su pérdida (contaminación, deforestación, sobrepesca, sobreexplotación, cambio climático, plagas, crecimiento demográfico y urbanización, entre otras). También resalta la importancia de mejorar el conocimiento sobre la importancia de la biodiversidad para la alimentación y la agricultura, pues el público general también puede desempeñar un papel en la presión sobre la biodiversidad y adoptar medidas particulares como optar por alimentos procedentes del cultivo sostenible, entre otras.

Además, es prioritario invertir en investigación, ya que más del 99% de las bacterias y especies protistas y su impacto en la alimentación y la agricultura se desconoce. Es especialmente llamativo el desconocimiento de los recursos genéticos microbianos, una línea de investigación que puede representar importantes oportunidades.

Lo que nos depara el futuro está aún por ver, pero la necesidad de actuación para abordar estos retos es evidente, no admite esperas ni en el sector alimentario ni en ningún otro de los implicados, que son todos, en menor o mayor grado.

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