La estructura varietal del olivo en el mundo mediterráneo se caracteriza por una elevada diversidad de variedades de gran antigüedad, seleccionadas localmente y multiplicadas por el olivarero mediante estacas o retoños de gran tamaño. El estudio de las variedades tradicionales y su difusión representan el primer paso hacia la mejora. Se trata en definitiva de conocer, conservar y evaluar el legado de diversidad genética proporcionado por los olivareros del pasado durante 5.500 años de cultivo. En España, esta labor se ha llevado y se lleva a cabo conjuntamente entre la Universidad de Córdoba (UCO) y el actual Ifapa desde la década de los setenta del siglo pasado.
Éstas y otras procedentes de todos los países oleícolas se conservan en la actualidad en el Banco Mundial de Germoplasma de Olivo, ubicado en las instalaciones del Ifapa y de la UCO, al amparo de un convenio entre ambas instituciones. Otro convenio entre las mismas y el Consejo Oleícola Internacional, firmado en 2015, configura estas instalaciones como Banco Internacional de la Red de Bancos que este organismo coordina en 22 países. Los materiales de los distintos bancos representan los ladrillos con los que construir las futuras variedades.
Los cambios experimentados por la olivicultura desde la crisis de los sesenta del pasado siglo han modificado sustancialmente las nuevas plantaciones. La intensificación ha requerido variedades de producción precoz y elevada, adaptadas a los nuevos sistemas de plantación y de recolección mecánica. Los viveros propagan la casi totalidad de los olivos plantados mediante el estaquillado semileñoso bajo nebulización, técnica cuya difusión también ha sido fruto de la colaboración entre Ifapa y UCO.
En la actualidad, apenas una docena de variedades son multiplicadas y su difusión empieza a universalizarse. Posiblemente, arbequina, picual y manzanilla de Sevilla" sean los ejemplos más claros de este cambio. También se están expandiendo otras variedades tradicionales. En España las variedades arbosana y koroneiki para setos y frantoio, changlot real y empeltre para sustituir olivos de variedades tradicionales muy susceptibles a verticilosis (picual, manzanilla y hojiblanca) en olivares severamente afectados por esta enfermedad.
No todas las variedades tradicionales responden a las exigencias de la nueva olivicultura. En 1990 se inicia en España el primer programa de mejora genética de olivo por cruzamiento. Este se lleva a cabo entre la UCO y el Ifapa. Pretende seleccionar variedades precoces, productivas, de alto rendimiento graso y adaptado a los nuevos sistemas de plantación: intensivos y en seto estrecho (superintensivos). Hasta la fecha se han evaluado más de 10.000 genotipos y continua la evaluación de más de 300 preselecciones y de aproximadamente 30 selecciones avanzadas.
A este programa se han sumado otros orientados a los anteriores objetivos, a la resistencia a la verticilosis y a la obtención de variedades de mesa. De éstos, llevados a cabo por los mismos organismos y por la Universidad de Sevilla, algunos están cofinanciados por el sector. Entre estos materiales destacan potenciales variedades resistentes a la verticilosis y otras que amplían la gama de variedades de mesa. En 2009 se registró la primera variedad sikitita, actualmente multiplicada en más de 11 países. Este año se van a registrar nuevas variedades del programa UCO-Ifapa, entre las que destacan la UC-I 2-35 y la UC-I 2-68, pendientes de bautizar. Éstas ensancharán la disponibilidad varietal para el olivar superintensivo con nuevos materiales con producción de aceite de oliva por hectárea similar a arbequina" y arbosana, las variedades más plantadas en la actualidad, adelantando la época de recolección, un carácter de gran interés.
La multiplicación comercial de plantas de olivo por los viveros es el sistema universal de propagación. Sin embargo, se han originado también problemas de extrema gravedad debido a la falta de un protocolo de certificación que garantice la autenticidad de la variedad y la ausencia de los patógenos capaces de originar enfermedades devastadoras. No obstante, no se ha establecido aún un programa de certificación de plantas de vivero, una herramienta que proporcionaría una estrategia paliativa eficaz en el control de las enfermedades anteriores, en especial en los casos de la verticilosis y de la xylella, donde el intercambio de material infectado puede contribuir a la difusión de estas enfermedades catastróficas.
En estos momentos es urgente el establecimiento de dicho protocolo de certificación de planta de vivero que garantice la autenticidad varietal y la ausencia de los patógenos reseñados en la normativa europea correspondiente. Sin embargo, la propia norma europea establece obligatoriamente la planta CAC (conformitas agrarias comunitatis, asociada a etiqueta amarilla), un protocolo que no garantiza la ausencia de ambas enfermedades. Sólo la certificación de la totalidad de la planta comercializada (etiqueta azul) representa un freno a la difusión de estas enfermedades. La cuarentena y la certificación de la planta de olivo comercializada debe ser por tanto un requisito para impedir la difusión de enfermedades devastadoras en una época de intercambio global de plantas.
En mi opinión la labor realizada no hubiera sido posible sin la colaboración entre las instituciones de investigación agraria (Universidades, CSIC e Ifapa), en particular de los centros ubicados en Córdoba. Esta colaboración debe continuar y ser reforzada.