El análisis del suelo: el gran aliado de los agricultores

El agricultor debe atravesar todo un periplo desde que decide qué cultiva y en qué campo para hasta obtener beneficio por su trabajo de forma que la inversión compense, lo que ya sabemos que no siempre ocurre.

Fecha: 22-May-2020

La elección del campo es una de las claves para asegurar el éxito de la actividad, luego conviene recordar qué factores intervienen: la topografía del terreno, el tipo de suelo, las condiciones ambientales y el clima. El lugar donde se encuentre el campo puede cambiar drásticamente tanto el plan de negocios como la rutina del agricultor, por lo que es fundamental predecir los costos totales y los ingresos parciales: coste de instalación, de preparación del suelo, de compra de semillas, de riego, de fertilizantes…

Algunos de los factores mencionados no se mantienen invariables a lo largo del tiempo, sino que van cambiando. El coste de la maquinaria y del combustible, por ejemplo, no es inalterable, como tampoco sucede con los pesticidas o la mano de obra.

Todo ello insta a dedicar al campo el tiempo que merece, claro, pero también a tratar de controlar aquellos factores que sí tengan cierta continuidad, como el que tiene que ver con el suelo. Saber con exactitud qué necesita la tierra, y actuar en consonancia, puede ayudar a equilibrar la balanza respecto a esos otros parámetros que no dependen del control del agricultor y evitar su degradación.

Qué tener en cuenta
Es fundamental conocer qué nutrientes tiene y necesita el suelo de cultivo, partiendo de que los básicos son nitrógeno, fósforo, potasio, azufre, calcio, hierro y magnesio. Un suelo pobre en calcio, por ejemplo, suele presentar exceso de magnesio, luego las raíces se dañan, las hojas se deforman y se secan. En cambio, si hay poco magnesio puede aparecer manchas moradas.

En el ciclo de la vida de la planta también interviene la humedad del terreno, el pH o la propia actividad bacteriana de la tierra. Los microorganismos, de hecho, son los componentes más importantes del suelo, pues intervienen en la transformación y el desarrollo. No hablamos solo de bacterias, también de actinomicetos, hongos, algas, virus y protozoarios.

Cómo elaborar un diagnóstico
Dada la cantidad de variables que hay que tener en cuenta para conocer el suelo, elaborar un diagnóstico de necesidades y aplicar las soluciones convenientes, hay empresas especializadas que se se convierten en grandes aliadas del agricultor.

Un análisis de suelos agrícolas ayuda a conocer qué nutrientes posee la tierra y qué plantas forman o deberían formar parte de su cultivo. Para ello, realizan la recogida de muestras y cuentan con equipos tecnológicos capaces de proporcionar unos resultados fiables.

Los especialistas de estas empresas se desplazan a cualquier localización para recoger la muestra, y analizan todo tipo de suelos agrícolas para comprobar la salinidad, el potasio, el pH, la materia orgánica y la textura, además de otros factores de relevancia. Si es posible y se considera operativo, el mismo agricultor puede enviar la muestra siguiendo las indicaciones que marque la propia empresa. Los resultados serán enviados por correo electrónico para ayudar a interpretar y mejorar la calidad del suelo, y así mejorar el cultivo.

El análisis de suelo engloba diferentes estudios: la analítica de fertilidad, el análisis de oligoelementos, el análisis de textura y el estudio de salinidad. También es importante el análisis de nematodos, pues puede ayudar a la prevención y a evitar pérdidas en el futuro.

Otros análisis esenciales
El análisis del suelo no es el único al que proceden estas empresas especializadas. Otro estudio interesante es del agua de riego, fundamental para el correcto desarrollo de los cultivos. Proporciona información sobre los nutrientes que el propio agua aporta, así como la posible salinidad, y así determinar en qué medida es adecuada o no para el uso agrícola.

El análisis foliar, por otra parte, sirve para detectar carencias o problemas nutricionales, por lo que se suele aconsejar combinarlo con el análisis de suelo. En él se estudian los macronutrientes, micronutrientes y las relaciones nutricionales de mayor calado, es decir, las que más determinan el desarrollo de la cosecha.

Cabe mencionar que muchos cultivos sufren problemas de hongos fitopatógenos y/o virosos que pueden afectar gravemente a la producción, provocando incluso la muerte de la planta. Por eso mismo, decíamos, este tipo de análisis es aconsejable: ayuda a detectar los primeros síntomas y actuar en consonancia sin que se tengan que producir pérdidas importantes.

Otro examen a considerar es el que atañe a fertilizantes y abonos. Ayuda a conocer todas las propiedades que se encuentran en el abono comercial que solemos adquirir o que estamos pensando comprar, pues el análisis permite conocer cuáles son sus macronutrientes, qué cantidad de nitrógeno hay presente o la solubilidad del fósforo. Asimismo, es útil el estudio de enmiendas orgánicas o calizas para corregir las deficiencias del suelo.

En definitiva, los análisis detallados ayudan a conocer las necesidades, además de proporcionar apoyo técnico y profesional. Lo mejor es conocer todas las particularidades de la tierra desde el inicio o en caso de observar ciertas señales en la planta, para así poder actuar y evitar pérdidas.