Metodologías para el cálculo de la huella de gases de efecto invernadero del sistema agroalimentario español

Tradicionalmente, las medidas encaminadas a reducir la presión que sobre los ecosistemas ejerce la actividad económica, se han centrado en el ámbito de la producción, buscando incentivar tecnologías más sostenibles y respetuosas con la naturaleza.

Fecha: 31-May-2019

Fuente: Redr Media

No obstante, las posibilidades que ofrecen las políticas orientadas a la demanda final (o lo que es lo mismo, el consumo) están recibiendo cada vez una mayor atención, especialmente respecto al papel que podrían jugar los consumidores en la lucha contra el cambio climático (y otros impactos medioambientales asociados a nuestras decisiones y hábitos). Una medida orientada a promover cambios en la dieta hacia una alimentación que sea saludable, pero a la vez poco intensiva en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), es un caso concreto de política de demanda que actualmente goza de una relevancia creciente. En este sentido, una pregunta pertinente es ¿disponemos de indicadores fiables para cuantificar los beneficios potenciales de las diferentes opciones de mitigación relacionadas con el consumo de alimentos? ¿Hasta qué nivel de detalle podemos llegar, por ejemplo, en la regionalización de los impactos (en tantas ocasiones muy lejanos del ámbito de consumo)?

Uno de los indicadores más populares y ambiciosos para el desarrollo de políticas de demanda es la “huella de carbono” (HC). La HC cuantifica el conjunto de las emisiones de GEI asociadas a un consumo determinado, es decir, incluye las emisiones que se producen en todas y cada una de las fases de la cadena de suministro. Más concretamente, la HC no sólo contabiliza las emisiones que se derivan de los procesos productivos (p.e. fermentación entérica o quema de combustibles fósiles por la maquinaria), sino también las que se producen durante la fabricación de insumos (p.e. generación de electricidad para la síntesis de fertilizantes), en las fases de transporte y comercialización, durante el propio consumo de los productos (p.e. con el cocinado y preparación de alimentos) e incluso en la disposición final de los residuos.

Asimismo, dependiendo de donde se localicen los participantes de una cadena de suministro, las emisiones pueden producirse tanto en territorio nacional como en el extranjero. Esto permite estimar qué fracción de la HC se produce fuera de nuestras fronteras, así como balances comerciales en términos de emisiones de GEI (por convención, éstos suelen medirse como importaciones menos exportaciones), lo que permite determinar si el sistema bajo estudio es un importador o exportador neto de carbono. Finalmente, cabe señalar que la HC puede compilarse a diferentes niveles, ya sea para productos concretos (p.e. carne vacuna), industrias (p.e. industria cárnica) o países (p.e. la alimentación de la población del estado español).

La fortaleza de la HC radica en su alcance, puesto que permite identificar con detalle los “puntos calientes” o fases del ciclo productivo con un mayor impacto ambiental, trascendiendo los límites de una empresa o industria. Sin embargo, esta necesaria completitud de la HC es también su principal punto débil, ya que su cálculo requiere de modelos complejos y, en ocasiones, con una elevada incertidumbre. Puesto que el desarrollo de estrategias de mitigación requiere de indicadores trasparentes y robustos, cabe preguntarse entonces ¿podemos evaluar con fiabilidad las posibilidades que ofrecen las políticas de demanda para la descarbonización de nuestra alimentación en base a indicadores de HC?

Motivados por estas cuestiones, un equipo de investigadores del Ceigram (Universidad Politécnica de Madrid) y del Laboratorio de Historia de los Agrosistemas (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla), ha realizado una comparación entre las principales metodologías y estudios de HC que existen sobre el sistema agro-alimentario español. La investigación fue presentada en el VII Workshop de Remedia celebrado a finales de marzo en la ciudad de Lugo, consiguiendo uno de los reconocimientos a las presentaciones en formato póster, y sus principales resultados se resumen más abajo.

Actualmente, dos metodologías, el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) y el Input-Output (IO), son utilizadas con mayor frecuencia para el cálculo de la HC. El ACV se basa en datos de proceso e información técnica relativa a las tecnologías de producción para el cálculo de las emisiones GEI asociadas, por lo que suele decirse que opera “de abajo a arriba”. Por el contrario, el IO es una técnica macro o de “arriba a abajo”, donde las emisiones recogidas en los inventarios nacionales son asignadas a los diferentes sectores económicos y trazadas a lo largo de las cadenas de suministro siguiendo los intercambios económicos inter-industria. Un resumen de las diferencias entre ambos enfoques se ofrece en la tabla 1.