La Bóveda del Fin del Mundo tiene filtraciones de agua por el deshielo del permafrost

El Banco Mundial de Semillas de Svalbard es la mayor instalación internacional de almacenamiento de semillas. Construido para resistir todo tipo de catástrofes, sin embargo, sus diseñadores no contemplaron los efectos del calentamiento global.

Fecha: 30-May-2017

Auspiciado por el gobierno noruego, en febrero de 2008 entró en servicio este búnker excavado en el interior de una montaña de la isla Spitsbergen, en el archipiélago de Svalbard, a medio camino entre la Noruega continental y el Polo Norte.

El refugio está preparado para sobrevivir a todo tipo de cataclismos naturales u originados por la acción del hombre. Entre estos factores de riesgo figuran la actividad volcánica o sísmica, los efectos cambiantes del clima y la pérdida acelerada de la biodiversidad por la búsqueda de las variedades agrícolas más productivas o ventajosas a la hora de su comercialización.

La finalidad de este gran depósito subterráneo de simientes es proteger y garantizar el suministro de alimentos para el futuro y servir de respaldo ante la destrucción accidental o intencionada de alguno de los más de 1.400 bancos de semillas repartidos por el mundo. En la actualidad, la colección reúne más de 800.000 lotes (500 semillas por lote), de más de 5.000 variedades distintas procedentes de 233 países, aunque puede llegar a albergar hasta cuatro millones y medio de lotes.

Construido para resistir el paso del tiempo

Las paredes del búnker tienen un metro de grosor y están realizadas en hormigón reforzado con acero. La entrada se realizada por una doble puerta a prueba de explosiones que comunica con la galería principal de 93 metros de longitud. Por un acceso lateral se entra a la sala de operaciones, donde se gestiona la actividad del centro. Finalmente, al fondo del túnel, un vestíbulo horizontal comunica las tres cámaras independientes de 27 metros de largo cada una, donde se guardan las muestras a -18ºC, en sobres de polietileno, almacenados en cajas de plástico corrugado y aluminio sobre estantes de metal.

En estas condiciones de aislamiento, seguridad y temperatura, se pensaba que las muestras quedarían preservadas durante cientos o miles de años. Incluso ante la falta de suministro eléctrico, las semillas permanecerían congeladas en el permafrost (suelo permanentemente helado) de la isla.

Con lo que no contaron los autores del proyecto inicial era el deshielo acelerado del permafrost, debido a las altas temperaturas asociadas al campo climático. Los registros han convertido el año 2016 en el más cálido de la serie histórica en esta región del océano Glaciar Ártico. En octubre pasado, la temperatura media estuvo en torno a los 0 grados, unos 10 grados superior a lo normal y en lugar de marcar el comienzo de las nevadas, las precipitaciones se registraron en forma de copiosas lluvias.

En consecuencia, las filtraciones del deshielo del permafrost inundaron el túnel de acceso al complejo, aunque sin llegar a afectar a las cámaras donde se almacenan las semillas. Las autoridades noruegas han puesto en marcha una serie de trabajos de urgencia, consistentes en impermeabilizar las paredes y techos de la galería y construir zanjas de drenaje en la montaña.

Sin embargo, este suceso pone en cuestión la capacidad del centro de funcionar de forma autónoma. Por el contrario, va a necesitar un seguimiento constante durante un largo periodo de tiempo.

La idea de establecer un centro de respaldo de las colecciones de bancos genéticos de semillas era largamente acariciada por los expertos y científicos, alarmados por la pérdida de la diversidad de cultivos y la vulnerabilidad de muchas variedades de semillas. Con la entrada en vigor del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación en 2004, liderado por la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de Naciones Unidas y apoyado por más de 100 países, se estableció un marco jurídico internacional que lo hizo posible.