El zinc y su importancia en nutrición infantil / Jesús Fleta

Fecha: 04-Jan-2021

Jesús Fleta
Departamento de Fisiatría y Enfermería
 Facultad de Ciencias de la Salud - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
jfleta@unizar.es

El zinc es un oligoelemento con múltiples efectos en el cuerpo humano, no bien conocidos, especialmente en el niño. Constituye el 0,0028% del peso corporal y fue descubierto en 1746. En 1934 se le atribuyeron determinadas funciones biológicas y en 1961 se describen los síntomas que su déficit produce en la especie humana: retraso de crecimiento y de la maduración, fundamentalmente. En 1972 se comprueba que los niños deficitarios de este mineral, con retraso de crecimiento, mejoran con el aporte de dicho elemento y un año después se demuestra que una entidad, la acrodermatitis enteropática, es consecuencia de una deficiencia severa de este mineral debido a un defecto hereditario de la absorción.

En cuanto a sus funciones, se sabe que forma parte de metaloenzimas que intervienen en diversos procesos metabólicos, entre los cuales se deben citar la síntesis de proteínas, de hidratos de carbono y de lípidos. Además el zinc es capaz de activar más de 200 moléculas; incluso se ha sugerido que derivados de este mineral pueden actuar sobre la embriogénesis y sobre la transmisión e información genética. Dentro de la célula el zinc interviene en la síntesis de los ácidos nucleicos (DNA y RNA) y en la síntesis proteica, y forma parte de las membranas celulares y de la molécula de la insulina.

Influye en los mecanismos reguladores del crecimiento óseo, en las hormonas reguladoras del calcio, como la vitamina D3, y en factores de crecimiento, como la somatomedina C. También tiene un efecto sobre las hormonas sexuales y sobre el desarrollo de las células gustativas. Por último conviene recordar su acción sobre la vitamina A, lo cual facilita la adaptación visual a la oscuridad. Este mineral compite con el cobre y es capaz de disminuir la toxicidad del cadmio y del plomo.

Las fuentes del zinc son, sobre todo, la carne, los huevos y la leche. El zinc contenido en los cereales, legumbres y otros vegetales es elevado, pero su disponibilidad se ve reducida por la presencia de fitatos, fundamentalmente. Se sabe que el hierro en estado ferroso disminuye la absorción intestinal de zinc, y el fósforo, en grandes cantidades, hace que aumenten los requerimientos de este oligoelemento. El feto recibe el zinc procedente de la madre y el lactante alimentado con leche materna durante seis meses no muestra signos de deficiencia de zinc, pero a partir de esa fecha es insuficiente para cubrir sus necesidades y es necesario aportarlo con los alimentos sólidos. La leche de vaca tiene 1,2-3,7 mg/l de zinc y está unido a la caseína, sobre todo, por lo que su biodisponibilidad es menor. Figura 1.

Figura 1. Contenido de zinc de algunos alimentos por cada 100 g. Disponible en: https://www.pinterest.es/pin/401031541800015068/

Las causas de la deficiencia de zinc en el niño lactante pueden ser las derivadas del embarazo cuando existen factores que interfieren la absorción, como las drogas, el alcohol, el tabaco y la administración de hierro. También existe deficiencia ante una malnutrición calórico proteica, en niños con nutrición parenteral exclusiva, ante dietas vegetarianas estrictas que suelen contener abundante fibra y fitatos, así como ante enfermedades como la celíaca y la fibrosis quística. Otras situaciones deficitarias son las que cursan con pérdidas aumentadas, como en el caso del síndrome nefrótico o insuficiencia renal, o también tras intervenciones quirúrgicas, politraumatismos, diabetes mellitus y quemaduras.

En la infancia también se han detectado situaciones deficitarias ante hemorragias digestivas, parasitosis, fístulas digestivas, artritis reumatoide juvenil y síndrome de Down, entre otras. Existe una enfermedad, la acrodermatitis enteropática, que cursa con deficiencia de zinc al producir un bloqueo parcial de la absorción de este mineral en el intestino. Es una enfermedad de carácter autosómico recesivo que puede pasar desapercibida los primeros meses de vida, ya que la leche materna contiene la proteína transportadora de zinc que le falta al niño.

La deficiencia de este mineral puede manifestarse con múltiples signos y síntomas. En primer lugar, se ha asociado a una mayor incidencia de muerte fetal, a malformaciones congénitas, alteraciones cromosómicas, bajo peso al nacer y alteraciones de la piel. En adolescentes puede manifestarse con hipogonadismo, escaso vello pubiano y axilar y niveles hormonales de testosterona disminuidos. La acrodermatitis enteropática cursa, inicialmente, con alteraciones cutáneas en la cara y en área perineal; después aparecen lesiones en las nalgas, rodillas, codos, manos, pies y cabello. Algunas de estas lesiones pueden transformarse en eczemas. Bajo el punto de vista sensorial puede aparecer hipogeusia o disgeusia, hiposmia y trastornos oculares como blefaritis, conjuntivitis, fotofobia y dificultad para la visión nocturna. A esta sintomatología pueden unirse, incluso, trastornos neuropsiquiátricos en niños mayores, como apatía, temblor intencional, nistagmus y depresión, así como infecciones recurrentes de piel por déficit de IgA y de la inmunidad celular.

El diagnóstico se basa en la identificación de los signos y síntomas descritos y se confirma mediante la determinación de niveles de zinc en sangre, que suelen ser menores de 60 mcg/dl; existen otras pruebas y técnicas diagnósticas, aunque menos específicas. Confirmado el déficit se tratará con zinc por vía oral en forma de sulfato o acetato, teniendo en cuenta las necesidades recomendadas. Tabla I.

Tabla I. Ingestas recomendadas de zinc (mg/día)