Esta semana nos hemos vuelto a encontrar una oferta de aceite de oliva en un establecimiento de la gran distribución agroalimentaria de esas que hunden la moral de todos los que trabajamos en este sector y que atentan directamente contra nuestro sector productivo agrario y nuestra economía en general. Es absolutamente inconcebible que mientras el coste de producción de 1 litro de aceite de oliva en España para un agricultor ronde los 2,00 - 2,50€ (ver estudio del propio Ministerio de Agricultura), se puedan encontrar ofertas como la de la imagen en la que un consumidor puede comprar aceite de oliva en el supermercado a 1,21€/l.

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Con este tipo de promociones agresivas y políticas de presión de precios a la baja en las que todos los agentes de la cadena pierden dinero, se consigue configurar paulatinamente una cadena de valor de bajo coste y subsistencia que, lejos de crear valor añadido, lo que consigue es destruirlo. En este contexto no tiene sentido hablar de nada más. No tiene sentido hablar de competitividad, de productividad, de sostenibilidad, de empleo, ni de economía productiva. No hay margen. No se puede producir aceite de oliva en estas condiciones. Tratándose del producto bandera de nuestra agricultura mediterránea entristece más si cabe. Si además tenemos en cuenta que la oferta la hace una empresa española el sinsentido es aún más grande.

No estamos sabiendo defender un producto en el que somos líderes mundiales. Estamos destruyendo el mercado y el sector del aceite de oliva nosotros mismos. Estamos siendo bastante torpes. El gobierno tiene en su mano poner freno a este tipo de prácticas comerciales que afectan negativamente al conjunto del sector agrario y económico de nuestro país. No es una tarea fácil, pero debe hacer un ejercicio de responsabilidad y poner en marcha, a la mayor brevedad posible, una ley para la mejora del funcionamiento de la cadena agroalimentaria que persiga, condene y sancione este tipo de actuaciones que tanto daño hacen a todos. Lamentablemente, para algunos, esa ley ya llega demasiado tarde. Ante esta situación, referirse al aceite de oliva como oro líquido parece, cuanto menos, una desfachatez.