8 de marzo, día internacional de la Mujer




Nadie jugaba de pequeña a ser mujer rural.  Era difícil remar a contra-tópico. Mujer, madre y esposa. Ese mantra con olor a hombre que un político inglés con nombre de tabaco rubio pareciera apostillar con su memorable “sangre, sudor y lágrimas”. Heroínas anónimas e invisibles que sacaron adelante sus frustraciones, sus anhelos y sus familias sin dejar constancia de su historia porque en muchos casos no sabían escribirla.

Sin embargo, en el fondo no eran muy distintas al resto de mujeres. Pregunten. Todas las abuelas del medio rural son Herminias y nadie mejor que ellas para que te cuenten como pasó.  Quizá fueron las primeras mujeres independientes, las hipster sin Apple, cuando el palabro anglosajón aún estaba en el desván de algún coolhunter. Del campo a la casa y de la casa al campo, una visión más prosaica del turismo rural. Ingenuas de puertas para afuera, fueron capaces de educar a una generación que facilitó el paso de una dictatura a la democracia. Sus ansías de libertad e igualdad fueron dos cuerpos por delante de su entorno, nota predominante en la cultura posmoderna: lo que nos hace individuales  está al margen de la sociedad. Y es ahí, de puertas para adentro, donde la mujer rural halló su verdadera autenticidad, su yo más sincero. Las organizaciones que las representaban reclamaban la titularidad compartida de las explotaciones. Ellas se sentían titulares indiscutibles. 

En 2014 ser mujer rural es sexy y cool. La mujer independiente ya no tiene sexo en Nueva York. Ahora, lo que “pone” socialmente es un desayuno con un par de huevos camperos, dormir con la ventana abierta, cultivar tus propias hortalizas ecológicas y dar largos paseos por el monte. Hoy, más que nunca, todos queremos que la Lola nos lleve al huerto. El desarrollo de las nuevas tecnologías ha acortado las diferencias campo-ciudad y ha facilitado el intercambio de conocimientos. La innovación en nuestros pueblos tiene nombre de mujer, pasaporte imprescindible para un medio rural con vida. Las inquietudes privadas confluyen ahora con las tendencias sociales, fórmula imparable hacia el éxito. Lo dice Javier Gomá, “el secreto de la vida reside en hallar la llave de la individualidad en el proceso de socialización”. Generaciones de mujeres rurales nos lo han demostrado con su ejemplo: para recoger hay que sembrar.