Tres claves para realizar una aplicación de fitosanitarios de calidad / Ángel Jiménez

Fecha: 04-Sep-2019

Ángel Jiménez
Laboratorio de Maquinaria Agrícola
Escuela Politécnica Superior de Huesca - Universidad de Zaragoza
angelji@unizar.es

Para alcanzar la máxima efectividad de los tratamientos fitosanitarios hay que realizar una precisa distribución del producto sobre el cultivo. Por lo general se parte de un correcto diagnóstico y una adecuada prescripción, pero la mayor dificultad la encontramos a la hora de conseguir hacer llegar hasta todos los lugares donde se ubica la plaga o enfermedad.

La máxima eficacia la podemos conseguir concatenando las decisiones adecuadas en tres aspectos claves: La elección del equipo, el establecimiento de un programa de mantenimiento y la regulación de los parámetros adecuados a cada aplicación.

Desde hace algunos años se habla mucho de “agricultura de precisión” y, a mi entender, ese adjetivo no debería ir asociado exclusivamente a la utilización de nuevas y sofisticadas tecnologías, sino que, independientemente del nivel tecnológico del equipo, es preciso un uso profesional de la herramienta para tenerla en buena disposición y poder regularla, adecuando su trabajo a las circunstancias variables que caracterizan todos los cultivos agrícolas sobre las que vamos a trabajar.

Mi experiencia me conduce a afirmar que la principal causa de la ineficiencia de los tratamientos fitosanitarios y/o de la disminución en la eficacia de los recursos económicos empleados en esta labor, es la escasa regulación que se hace del equipo, prevaleciendo la adopción de unos parámetros de trabajo fijos, independientemente de cuales sean las condiciones ambientales y las características del cultivo. Esto conduce, en el mejor de los casos, a un derroche de producto y a una contaminación innecesaria, y en otras ocasiones a la falta de eficacia del tratamiento, con las consecuentes pérdidas de cantidad y calidad de la producción agraria.

a).- Elección del Equipo.

El mercado actual nos ofrece un amplio abanico de marcas/modelos en el que tendremos que buscar el que más se adecúe a nuestra explotación, para lo que previamente debemos hacer un análisis de los cultivos que deberemos tratar en los años de vida útil de la máquina a adquirir. Para realizar la elección se debe tener en cuenta la fiabilidad y servicio post-venta, así como la capacidad de trabajo (tamaño) necesaria para poder aplicar los tratamientos a la superficie asignada en la programación de la explotación.

Sería imposible adentrarnos en todos los aspectos/componentes que componen estos equipos, por lo que solo me referiré a aquellos que afectan a la calidad del trabajo, dando por supuesto que el resto tendrán las características necesarias y exigidas por las normas de comercialización (marcado CE), o se pueden dejar al “gusto del consumidor” .

Será importante decidir si tiene que disponer de asistencia de aire y la potencia y características de dicha asistencia. En el caso de cultivos arbóreos o arbustivos está claro que la respuesta es afirmativa, pero el caudal y la orientabilidad del flujo es limitante para determinar la velocidad de trabajo y la capacidad de penetración de la pulverización en el interior de la vegetación, dependiendo de sus características (dimensiones y forma).

Deberemos proveernos de los juegos de boquillas necesarios para poder ajustar las dosis de caldo a las condiciones de aplicación y a las características de los cultivos. Este componente, cuyo coste es relativamente pequeño, resulta tener una gran repercusión para poder conseguir una pulverización de calidad en cualquier circunstancia.

 

La capacidad de la bomba deberá garantizar un caudal de servicio a las boquillas de máximo caudal, al tiempo que derive una fracción del mismo al depósito, suficiente para la correcta agitación del caldo. Tampoco debemos escatimar inversión a la hora de elegir un modelo que lleve incorporado un sistema automático de limpieza interna del sistema hidráulico (depósito, conducciones, filtros y válvulas), ya que la durabilidad del equipo nos restituirá sobradamente el gasto realizado en la compra.

Por último, el equipamiento para el control y la regulación nos va a ofrecer varios niveles de automatización, lo que tendrá repercusión en el precio del equipo. Si bien se ha producido un importante abaratamiento en los componentes electrónicos, la sensórica, el hardware/software, etc., la repercusión económica de esta decisión justifica la realización de un estudio particularizado para cada explotación, donde habrá que tener en cuenta el tipo de operador/es que van a encargarse de realizar los tratamientos. Sea cual sea la decisión, la recomendación práctica es que se trate de facilitar al máximo el acceso a todos los mandos de control y regulación, para conseguir que el manejo de los mismos no suponga un esfuerzo adicional para el operador.

 

b).- Mantenimiento de los equipos:

Además de las operaciones de reparación o sustitución de los componentes que pudieran deteriorarse, la recomendación es que debe establecerse un plan programado que nos permita mantener las prestaciones del equipo tenía cuando la incorporamos a nuestro parque de maquinaria. Si bien el mantenimiento implica un tiempo de mano de obra del operador, que deberemos tener en cuenta en los planes de producción, ese gasto nos permitirá tener siempre el equipo dispuesto para trabajar en las mejores condiciones.

Una operación básica a incluir en la citada programación es la de limpiar el equipo, internamente y externamente, después de cada jornada de trabajo. Si el equipo dispone del equipamiento auxiliar adecuado la operación será mas fácil y segura, pero en cualquier caso debe realizarse, y se deberán cumplir las normas sobre el uso y destino de los efluyentes de dicha operación.

La limpieza/sustitución de los filtros (anterior y posterior a la bomba) nos proporcionará una pulverización de calidad y una reducción del consumo de energía.

c).- La Regulación del equipo:

El ajuste en tiempo real de los parámetros que definen la pulverización está técnicamente resuelto en modelos sensorizados, que permiten “leer” el cultivo y las condiciones de trabajo (mediante sensores embarcados) y ajustar en tiempo real la pulverización, tratando de dirigir el producto hacia el cultivo y eliminar las derivas, de acuerdo con unos “modelos” que previamente se han establecido.

 

La mayoría de los equipos en uso no disponen de esta tecnología, pero se puede también realizar “aplicaciones de cierta precisión” realizando las correspondientes regulaciones de forma manual. Tanto en uno como en otro caso se precisa de un asesoramiento particularizado, ya que el ajuste de la pulverización (caldo y aire) depende de las condiciones de trabajo y de las características del cultivo en el momento de realizar la operación, o de la definición de un modelo al que tratarán de ajustarse los sistemas automatizados.

Suele ser de gran utilidad práctica en explotaciones con diversidad de cultivos/formaciones el establecerse una serie de fichas técnicas de regulación de los diferentes equipos de pulverización, de tal forma que el Asesor Técnico de la explotación establezca unas categorías de los indicadores básicos (fácilmente medibles) de las características de los cultivos. Para cada una de esas categorías se especifican las regulaciones concretas que habrá que establecer en la máquina para realizar la aplicación (nº y tipo de boquillas, presión de trabajo, dirección y regulación ventilador). De esta forma el operador solo tendrá que particularizar esa ficha para la parcela donde vaya a realizar la aplicación.

Podemos concluir que la utilización de un asesoramiento técnico independiente es el factor clave para poner la tecnología al servicio de la empresa agraria, pues realizará la determinación del parque de maquinaria y las prestaciones más adecuadas, la programación de un mantenimiento acorde con el uso y el establecimiento de un estudio pormenorizado de las regulaciones que hay que realizar en cada una de las máquinas, en función de las características de los cultivos. Solo de ese modo se puede realizar un control eficaz de las plagas y enfermedades de los cultivos que, al tiempo que optimiza la utilización de los productos fitosanitarios. Mediante esta operativa podemos conseguir una mejora sustancial en la competitividad de las explotaciones y una importante reducción de la contaminación ambiental.