Principios básicos sobre quimigación en cultivos hortícolas bajo invernadero

La quimigación es una técnica de aplicación de fitosanitarios consistente en incorporar estos productos disueltos en el agua de riego. Puede emplearse con cualquier sistema de riego: goteo, aspersión e incluso por superficie o a pie, pero por lo general se utiliza en sistemas de riego localizado. La quimigación en los invernaderos del sudeste español se realiza a través del riego por goteo, aportando los productos fitosanitarios al agua de manera similar a como se realiza la aportación de nutrientes en fertirrigación.

Fecha: 07-Apr-2017

Fuente: Innovagri

Los productos que se aplican por riego van a estar destinados a controlar plagas/enfermedades que se encuentran bien en el propio cultivo o en el suelo. Aquellos cuya acción se realiza sobre el cultivo deben tener, como es lógico, un comportamiento sistémico.

Los principales fitosanitarios que se aplican a través del riego en invernadero, pueden tener actividad (individual o combinada) insecticida, acaricida, nematicida, fungicida y herbicida. También se aplican aquellos denominados como “desinfectantes del suelo” que combaten nemátodos, hongos, insectos o incluso malas hierbas cuya supervivencia depende del suelo, realizándose el tratamiento previo a la plantación/transplante.

En el marco normativo vigente, para la aplicación de productos mediante quimigación, el personal encargado de su ejecución, como en el caso del resto de productos fitosanitarios, debe estar en posesión del carné de aplicador de plaguicidas que lo habilite para la compra y el uso de estos productos.

Si los productos aplicados por riego son fumigantes (aquellos que son o generan gases tóxicos o muy tóxicos) que por lo general se emplean para la desinfección de los suelos, es necesario, debido al riesgo que entrañan, además de la cualificación anterior, poseer el carné de aplicador de plaguicidas nivel fumigador. Para poder aplicar un producto fitosanitario mediante quimigación, éste debe estar autorizado para su uso bajo esta técnica y así tiene que venir recogido en la información facilitada por el fabricante.

A continuación se presentan una serie de ventajas e inconvenientes de esta técnica de aplicación. Las ventajas son:

Uniformidad en la aplicación, ya que permite la distribución del producto en la misma cantidad por superficie o por planta (siempre y cuando el sistema de riego esté en condiciones adecuadas).
Evita los posibles daños producidos sobre las hojas consecuencia de un mal uso o exceso del fitosanitario pulverizado.
Reduce la peligrosidad del manejo del producto al limitar el contacto del operario con el fitosanitario sólo al momento de la preparación de la mezcla o inyección.
Reduce las posibles pérdidas por evaporación y en caso de viento por deriva, en comparación con los tratamientos mediante pulverización, reduciendo tanto riesgos ambientales como para la salud.
Evita la posible compactación del terreno como consecuencia de la utilización que equipos móviles pesados para la aplicación de fitosanitarios.
Las condiciones ambientales no son tan limitantes como en el caso de las aplicaciones por pulverización (viento, temperatura y humedad).
Reduce los costes de operación (mano de obra), equipo y energía.
Los inconvenientes radican en que:

  • No todos los productos se pueden aplicar por riego.
  • Se puede dar una posible contaminación de las aguas superficiales y subterráneas por un mal manejo y/o estado del sistema de riego. Un exceso de la cantidad de agua a aplicar podría producir pérdida del producto por percolación profunda (contaminación) o producir escorrentía y erosión, transportando el producto a otras zonas en donde se puede acumular y generar problemas tanto en cultivos como en flora y fauna espontánea.
  • Necesidad de tener instalado un sistema de riego localizado (goteo o cintas de riego).
  • Su acción, en el caso de utilizar insecticidas sistémicos puede ser algo más lenta.
  • Exige cierta cualificación del aplicador para garantizar un tratamiento preciso.
  • Incertidumbre sobre la eficacia y buen uso del producto ante la posible influencia de factores no controlados (textura, estructura, materia orgánica, nivel de humedad previa del suelo, etc.).