La Sostenibilidad de la Cadena Agroalimentaria, a examen. / Javier Arizmendi

Fecha: 11-Dec-2019

Javier Arizmendi
    ZERYA Producciones sin Residuos S.L.
jarizmendi@zerya.org

Ahora que la COP25 ha puesto en boca de todos la sostenibilidad y las emisiones de carbono, me retumba en la cabeza algo que llevo años pensando, que el agricultor sostenible no sirve de nada si no hay una cadena de distribución y unos consumidores sostenibles.

Suelo decir que el balance de carbono de la agricultura tiende a ser negativo porque los cultivos fijan más carbono que el que se utiliza en su producción, pero esto no es necesariamente así, obviamente cuando se cambia el uso de suelo y se desmonta el terreno salvaje para abrirlo al cultivo, nunca se va a tener un balance negativo. Una hectárea de cultivo nunca va a fijar tanto carbono como una de bosque o selva virgen, además de que la agricultura intensiva tiene un gran consumo de fertilizantes que son los causantes de un 60-70% del carbono emitido por esta modalidad de agricultura, en mi empresa llevamos años haciendo balances de este tipo. Posteriormente, el volumen de carbono emitido por un cultivo se puede multiplicar por 4 y hasta por 10 cuando añadimos la confección, los embalajes y el transporte hasta el punto de venta. Ahí es cuando mucho del carbono fijado o secuestrado por la acción agrícola cambia de signo por todas las acciones paralelas que conlleva poner un producto fresco en un comercio.

Los problemas no acaban aquí, no hemos entrado en los otros tres temas candentes de la cadena de distribución que son: los residuos de empaques y embalajes (¿son necesarios?), el agua intrínseca o virtual (más allá de la propia huella hídrica) y el desperdicio alimentario. Nos metemos de lleno en los tentáculos de la emergencia climática.

No pretendo pintar un panorama catastrofista o que esté intentando demonizar al sector agroalimentario porque eso sería tirar piedras sobre mi propio tejado. Lo que quiero es movernos al polo opuesto de la perspectiva, lo habitual es que la opinión pública,  cuestione al agricultor, al impacto directo que tiene la agricultura sobre los recursos naturales, tendemos a fijarnos en el escenario agrícola porque es más fácil de acotar, podemos ir y  hacer fotos y notas de prensa en el entorno de Doñana, el Delta del Ebro, la cuenca del Mar Menor, o la ribera del Guadiana, podemos conmover al espectador con la situación límite que guarda la biodiversidad en cualquiera de esos puntos y varias decenas más. Pero ¿y si viajamos al otro polo? ¿Qué pasaría si unimos los puntos hasta llegar a nuestra propia mesa?

Qué cara se nos quedaría si hacemos la cuenta de los kilos de plástico que generamos cada mes, el dinero necesario para poder reciclarlo, y el vidrio, el metal, el papel. Y el día en que hagamos las cuentas de la cantidad de agua que se necesita para tener la comida que a diario ponemos en nuestras mesas, nos estalla la cabeza. Imaginemos una comida para dos personas con 300 gr. de carne, 500 gr. de arroz, 300 gr. de vegetales, dos piezas de pan y dos copas de vino: 4500 + 1700 + 240 + 160 + 240 = 6840 litros de agua en un modesto almuerzo para dos, eso son 342 garrafones grandes, igual y no cabrían ni en la habitación donde comen nuestros hipotéticos comensales. Lo peor es que para poner esa comida en la mesa, un 30% de los alimentos ahí dispuestos se fue al vertedero, 2052 litros de agua más y sin consumir ningún ultra procesado.

Visto así, la verdad es que por mucho que desde el sector agrícola nos dejemos la piel en ser más sostenibles, economizar agua, evitar la sobre fertilización, disminuir el uso de pesticidas, regenerar los entornos de las explotaciones, usar todas las herramientas de la agricultura de precisión, si la distribución y los consumidores no hacen su parte, por cada paso que dan los agricultores, la cadena como tal da dos pasos para atrás. Tenemos que revisar seriamente cómo disminuir los materiales de empaque y embalaje, sustituirlos por opciones biodegradables, administrar nuestra dieta para evitar el desperdicio, buscar producto local, equilibrar y reducir el consumo intrínseco de agua. Llevar a la práctica lo de menos, es más. Todos y cada uno.