La planificación: un reto ineludible en cultivos leñosos / Javier Lorén

Fecha: 28-Nov-2019

Javier Lorén
 Consejo General de Colegios de Ingenieros Técnicos Agrícolas de España.
fjlorenzaragozano@outlook.com

En nuestro país, suele ser una tradición, que en determinados sectores productivos se tomen decisiones sin un análisis profundo de la situación presente y futura y la agricultura no es ajena a este fenómeno.

Es cierto, que los agricultores consultan fundamentalmente a ingenieros técnicos agrícolas y agrónomos sobre determinadas cuestiones. Ejemplo de ello, son el asesoramiento para el control de plagas y enfermedades, la fertilización óptima para sus cultivos, el riego en función de las necesidades, la compra de maquinaria más adecuada para su explotación, los sistemas de poda, el mejor momento para la recolección de frutas, uvas, olivas, hortalizas, etc.

La labor del ingeniero como asesor es primordial en estos tiempos, dada la complejidad del proceso productivo, la necesidad de tener más rendimientos con menos consumo de recursos y con costes más bajos. Además, el agricultor, ha de cumplir con numerosas obligaciones de carácter administrativo, ya que la burocracia llama a su puerta cada día.

En pleno S. XXI, no es tarea fácil ser agricultor. En realidad, no lo es para ninguna profesión en estos tiempos de cambios a velocidad de vértigo. En el caso de la agricultura, la climatología es un factor determinante que influye sobre la cantidad y calidad de las producciones y que en algunos casos puede ocasionar la pérdida total o parcial de cosechas (ej.- la reciente DANA, las granizadas, heladas, sequías, inundaciones, etc.) Además, hay que sumarle los previsibles efectos negativos que el cambio climático va a tener en los cultivos.  Todo ello, genera una sensación de incertidumbre en los agricultores, que solo se ve superada cuando recolecta sus productos sanos y puede venderlos a un precio aceptable o con la contratación del seguro agrario, que contribuye a minimizar los efectos perversos para su economía de una climatología adversa.

La comercialización es otra cuestión de vital importancia.  En nuestro país hay una intensa atomización de las explotaciones y también de las cooperativas agrícolas. Esto pone en una situación de debilidad a los productores frente a las grandes cadenas de distribución, y añade otro factor de incertidumbre al agricultor.

En ocasiones, se produce la tormenta perfecta, y la rentabilidad se ve seriamente afectada en algunos cultivos. Así, por ejemplo, en fruta de hueso, un exceso de producción, unido a un verano fresco y corto que no favorece el consumo, junto con el incremento del coste de los insumos, y la competencia de terceros países, puede ocasionar una enorme inquietud en el agricultor y causarle un serio problema económico. Téngase en cuenta, que en algunos cultivos los costes fijos suponen un porcentaje elevado.

En nuestro país, se echa de menos un proceso de planificación de cultivos concienzudo, con un análisis profundo de superficies, costes de producción, tendencias de consumo, necesidades de los mercados actuales y futuras, competitividad frente a terceros, etc. No es fácil hacer un análisis de este tipo, pero tampoco es imposible, y sin duda, tenerlo ayudaría a tomar decisiones a los agricultores.

Las administraciones, cooperativas, interprofesionales, asociaciones y sindicatos agrarios, junto con los centros de investigación, pueden aprovechar los fondos operativos cofinanciados por la Unión Europea, para establecer programas de análisis sectoriales, que bien pudieran dar sus frutos en un breve plazo. Además, el Big data, del que tanto se habla, también puede contribuir a mejorar la toma de decisiones en un futuro próximo si los datos existentes, que son muchos, son tratados acertadamente. 

El emprendimiento unido a la innovación contribuye a que los agricultores más innovadores triunfen (en ocasiones, también se producen fracasos).  Ellos también necesitan de información analítica, que minimice sus riesgos.  

Creo que coincidirán conmigo, en que los cultivos leñosos son los que precisan de un análisis más exhaustivo.  Las inversiones para realizar las plantaciones son elevadas; rectificar una plantación ya establecida es complicado y costoso y los períodos de amortización, aunque son cada vez más cortos, no suelen ser inferiores a 4-5 años en el mejor de los casos.  

En España, hemos vivido el “boom” de algunos cultivos en determinados momentos, que posteriormente se han visto abocados al arranque de una parte de la superficie por la creación de excedentes, o por una mala adaptación a determinadas condiciones ambientales. Los ingenieros podemos aportar, sin duda nuestro granito de arena, asesorando sobre los cultivos más adecuados para cada entorno. 

Algunos ejemplos de excedentes continuados que han producido arranque de frutales son los paraguayos, las nectarinas, y el caqui, que también sufre años de excedentes.

En los últimos cinco años, estamos viendo el incremento notabilísimo de plantaciones intensivas de olivo en regadío (más productivas que las tradicionales de secano), de pistacho y de almendro.

El almendro, en sistemas convencionales, y también superintensivos, muy productivos en regadío.  La intensa sequía de California, durante varios años, llevó a una seria escasez de almendra y a un notable incremento de precios.  Al albur de los buenos precios, y de las características climáticas de nuestro país, junto con el amplio abanico de variedades disponibles, empezaron a plantarse numerosas parcelas, tanto de grandes explotaciones, como de medianas y pequeñas.  Todo ello se está haciendo sin una profunda planificación, y desconociendo por algunos, que también se están plantando grandes superficies de almendro en otros lugares del mundo, como el Magreb, países de la antigua URSS, e incluso en el bioma mediterráneo de América del Sur y Australia.

Nuestros agricultores necesitan que entre todos hagamos ese esfuerzo de planificación, sin que primen intereses comerciales para que, dentro de unos años, no tengamos que arrancar lo que ahora plantamos.