La comunicación base en la transmisión del conocimiento / Miguel Lorente

Fecha: 13-Dec-2019

Miguel Lorente
mlorenteb@yahoo.es

Como es sabido, la Red de Intercambio de Conocimiento Agroalimentario (RICA) nació con la vocación de ser una herramienta de transferencia del conocimiento técnico del sector agroalimentario aragonés. Luis Miguel Albisu, coordinador del proyecto, deja claro en uno de los primeros trabajos publicados la importancia de la transferencia tecnológica (“La innovación como objetivo: Evolución de los sistemas de transferencia de conocimientos”) y Juan Marín pone el ejemplo práctico no exento de dificultades en su artículo “Transferencia de conocimientos. El punto de encuentro del investigador y la empresa”.

Grupo de viticultores de Campo de Boja escuchan explicaciones sobre la influencia del terroir

Después de un año de andadura de la RICA deberíamos recordar a Baltasar Gracián cuando decía “Las cosas no valen por lo que son sino por lo que parecen. Valerlo y saberlo mostrar es valer dos veces”, porque en el mundo científico no sirve que lo nuevo, la innovación, sea mejor que lo viejo si esto no lo han asimilado quienes lo tienen que aplicar. Está claro, por tanto, que si no hay unos mecanismos previos que ayuden a los agentes productores a introducir en su cultura la necesidad de hacer otras cosas, investigadores y productores formarán mundos independientes incapaces de activar el desarrollo marcado por los objetivos. Esto ya se tuvo claro en épocas de la Ilustración y más recientemente en la postguerra con el Servicio de Extensión Agraria (SEA) creado para mejorar socialmente al sector agrario mediante la formación de los agentes implicados y, por consiguiente, para incrementar la producción de alimentos en una España autárquica y aislada. En cualquier caso, sea cual sea el modelo organizativo de la transferencia del conocimiento, por encima de todo se debe tener presente que el investigador, el asesor, el técnico, deben acercarse a los agricultores y ganaderos con empatía teniendo en cuenta que sus conocimientos solo serán refrendados si el destinatario los percibe y comprende que los puede aplicar. Y para que los perciba es necesario aplicar técnicas de comunicación de las que algún día podríamos hablar aquí.

Como nos desenvolvemos en el ámbito del Desarrollo Rural recogemos que la capacidad de un territorio para poner en valor sus recursos está relacionada con la capacidad de innovación de los agentes territoriales, teniendo en cuenta que la innovación, tal como la define Rogers (1962), es "una idea, una práctica o un objeto que es percibido por un individuo como nuevo”. Esto explica que la difusión y asimilación de los nuevos conocimientos se conviertan en un proceso irregular, dependiente del modo en que se comunican y la disposición de quienes las perciben, puesto que éstos se encuentran con la opción de aceptarlos o rechazarlos. Toda innovación suele tener unos atributos que sirven al observador para decidir si la acepta o no.

Difusión de las innovaciones según Roger (1962)

La toma de decisiones ante la posibilidad de aceptar una innovación es un proceso en el que el receptor de la información la percibe y asimila, aplicando sus motivaciones para reducir la incertidumbre sobre sus posibles ventajas o  desventajas. Esto hace que algunos individuos, los más innovadores, adopten los nuevos conocimientos de inmediato mientras que otros lo hacen más tarde, incluso cuando ya los aplican el resto de competidores y dejan de ser novedad. Cuando se trata de desarrollo territorial en el que intervienen diversos agentes, es de suma importancia la rapidez con que se aplican los nuevos conocimientos por el conjunto social, de ahí que se haya estudiado este fenómeno para comprender cómo, por qué y a qué velocidad se mueven las nuevas ideas (y tecnologías) a través de las diversas culturas. Es evidente que no basta con descubrir nuevos conocimiento sino que, además, hay que aplicarlos.

Rogers investigó el proceso por el cual los individuos que forman parte de un colectivo asimilan y comparten nuevas ideas y tecnologías que hacen avanzar a la humanidad, formulando la “Teoría sobre la difusión de las innovaciones”. El proceso de difusión de los nuevos conocimientos depende del modo en que son comunicados a través de ciertos canales, durante un tiempo específico entre los miembros de un sistema social. Habitualmente la difusión se inicia lentamente entre los primeros adoptivos hasta que se extiende al resto según sus características personales (educación, edad, ocupación etc.), pero si el proceso es lento la innovación deja de ser útil. Por eso, como decimos al principio, no basta con que lo nuevo sea mejor que lo existente, sino que debe ser integrable en la cultura de aquellos que la van a adoptar. Este fenómeno admite multitud de respuestas y Rogers eligió la que considera que la difusión es un fenómeno cultural, dando a entender que ninguna idea, ningún protocolo, ninguna tecnología será adoptada si no encuentra un “enganche” en la cultura que viven sus potenciales adoptadores, de ahí que se proponga actuar sobre la cultura que forma parte del capital social de un territorio.

En Sociología se denomina “capital social” a un concepto relacionado con la capacidad de colaboración entre los diferentes grupos de un colectivo humano, y con el uso individual de las oportunidades surgidas a partir de ello. El capital social de un territorio rural, por tanto, mide la sociabilidad de los agentes implicados y su capacidad para colaborar en la búsqueda de oportunidades en aras del bien de todos. Esto nos lleva a la necesidad de crear para el sector agroalimentario un servicio de asesoramiento, capaz de liderar la modernización tecnológica y los cambios mentales necesarios para mejorar el capital social del medio rural, base de la competitividad económica