La complejidad de la sequía bajo condiciones de calentamiento global / Sergio Martin Vicente

Fecha: 18-Nov-2019

Sergio Martin Vicente
Instituto Pirenaico de Ecología
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
svicen@ipe.csic.es

La sequía es uno de los riesgos climáticos más complejos que existen, afectando a varios sistemas naturales y sectores socioeconómicos. Esto hace que resulte complejo establecer una definición única del fenómeno. La sequía generalmente se detecta cuando se registra un impacto asociado a la misma, pudiendo referirnos a daños en la agricultura (reducciones del rendimiento de los cultivos), impactos ecológicos (reducción en el crecimiento forestal o incremento de la mortalidad), pero también a una dimensión hidrológica asociada a reducciones de caudal, reservas en embalses o disminución de las aguas subterráneas. Las condiciones de sequía registradas en diferentes sistemas naturales e hidrológicos pueden coincidir o no en el espacio y el tiempo, lo que hace aún más compleja su caracterización.

Existen varios problemas para cuantificar la sequía, ya que al contrario de lo que sucede con otros riesgos hidroclimáticos, las sequías no pueden medirse directamente mediante ningún instrumento. De hecho, no existe una variable única que pueda proporcionar una evaluación absoluta de la gravedad de la sequía en una región, dado el carácter multidimensional de la sequía. Una característica importante de la sequía es que puede ocurrir a diferentes escalas de tiempo. En los últimos años, el concepto de escala temporal ha sido ampliamente utilizado para referirnos a la sequía. Este término permite tener en cuenta los diferentes períodos de tiempo que existen desde la llegada de los insumos de agua, habitualmente por medio de precipitaciones, hasta la disponibilidad de agua en un recurso concreto. Habitualmente, las anomalías de precipitación se propagan de forma diferencial a los niveles de humedad del suelo, escorrentía superficial, caudal, aguas subterráneas, lagos, etc. Por lo tanto, es común que se identifiquen condiciones de sequía en una parte del sistema hidrológico, mientras que en otra parte del sistema, aún en una misma región, pueden encontrarse condiciones normales o incluso húmedas. Como ejemplo ilustrativo, señalar que varios años de bajas precipitaciones producirán probablemente una sequía hidrológica severa, reflejada en los caudales de los ríos y las reservas en embalses. Pero durante ese periodo de sequía se pueden producir niveles elevados de humedad del suelo, debido a eventos concretos de precipitación. Así pues, la sequía generalmente sucede en un sector del ciclo hidrológico, y por ello la utilización de diferentes escalas temporales es esencial para comprender el fenómeno.

Dada la complejidad de las sequías, la evaluación de la severidad de las mismas se basa habitualmente en información climática, ya que el origen de la mayoría de los eventos de sequía están relacionados con la variabilidad climática. Para ello se han desarrollado numerosos índices de sequía, que permiten cuantificar el fenómeno y conocer el inicio, final, duración, magnitud y extensión superficial de los eventos secos. Los índices son buenos indicadores para determinar las condiciones de sequía en una variedad de sistemas ambientales, hidrológicos y agrícolas.

La precipitación es la variable climática más importante al explicar las condiciones de sequía. Sin embargo, bajo el escenario actual de calentamiento global, otras variables meteorológicas pueden estar ganando peso en el desencadenamiento y/o agravamiento de las condiciones de sequía. El cambio climático no sólo se caracteriza por un fuerte aumento de la temperatura, sino que también afecta a la evolución de otros elementos climáticos como la nubosidad, el contenido de agua en la atmósfera y la velocidad del viento. La evolución de todos estos elementos debe considerarse en conjunto para comprender los efectos actuales del cambio climático sobre la gravedad de la sequía. El impacto de la reducción de las precipitaciones sobre la sequía es evidente. Sin embargo, hay más incertidumbres sobre los posibles efectos del otro componente climático principal, es decir, la demanda de agua por parte de la atmósfera. Las observaciones de dicha demanda muestran tendencias contrastadas entre regiones como consecuencia de la evolución de las diferentes variables climáticas que la controlan. Se ha sugerido que el déficit de presión de vapor, es decir la diferencia entre la cantidad existente de vapor de agua y aquella bajo condiciones de saturación, está impulsando un aumento de la demanda, principalmente en regiones semiáridas. Sin embargo, a nivel regional la variabilidad de otras variables meteorológicas, como la radiación solar y la velocidad del viento, podría ser más importante y contrarrestar los efectos. Por ello, existe una cierta incertidumbre en las tendencias actuales de la demanda, y dadas estas incertidumbres, no resulta sorprendente encontrar una falta de consenso en la evolución de la severidad de la sequía observada en las últimas décadas bajo condiciones de calentamiento global. De hecho, los resultados de los estudios más recientes no permiten sacar conclusiones definitivas sobre las tendencias recientes de las sequías a escala global, precisándose estudios más regionales. Sin embargo, las últimas proyecciones sobre el cambio climático para el siglo XXI predicen un calentamiento generalizado, con una baja incertidumbre entre diferentes modelos, esperándose que bajo dichas condiciones la sequía sea un fenómeno más complejo y severo.