El reto de la agricultura de regadío ante el deterioro de los recursos hídricos / Encarna Esteban

Fecha: 27-Apr-2020

Encarna Esteban 
Departamento de Análisis Económico
 Facultad de Ciencias Sociales y Humanas - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
encarnae@unizar.es

Durante el último siglo hemos asistido a un fuerte crecimiento de la población mundial que ha pasado de 1.000 millones de habitantes a principios de siglo XX hasta los 7.700 millones actuales. El aumento de la población ha ido acompañado por un enorme crecimiento económico, que ha hecho que en los últimos cincuenta años la renta per cápita mundial se haya multiplicado por más de veinticinco. Este gran desarrollo ha generado importantes cambios en los patrones de consumo, con un fuerte incremento en las demandas de bienes y servicios y, sobre todo, en aquellos intensivos en recursos.

La necesidad de incrementar la producción de alimentos a escala mundial se ha apoyado en la agricultura de regadío. La agricultura de regadío es el mayor demandante de agua dulce, consumiendo el 70% del total de agua extraída. Sin embargo, en zonas áridas y semi-áridas, donde la escasez de agua es un problema estructural, la agricultura de regadío llega a consumir más del 90% del total de la misma.

Las fuertes presiones a las que están sujetos los recursos hídricos ha llevado a que en la actualidad la mayoría de cuencas hidrográficas a escala mundial presenten problemas de contaminación, escasez o ambos. Sin embargo, el problema es todavía mayor, teniendo en cuenta que las previsiones alertan que para 2050 la población mundial puede llegar hasta los 10.000 millones de habitantes. Los requerimientos de agua dulce se van a intensificar, sobre todo, empujados por una mayor necesidad de alimentos. A este preocupante escenario hay que sumar los previsibles impactos del cambio climático. Modificaciones en los patrones de precipitaciones y temperaturas, así como un incrementos en la frecuencia e intensidad de catástrofes naturales, tales como sequías o inundaciones, van a agravar el deterioro de los recursos hídricos.

En este contexto, es claro que la seguridad alimentaria está en riesgo. El reto de la agricultura de regadío es, por tanto, de una magnitud sin precedentes. A las reducciones en las disponibilidades de agua por el cambio climático, habrá que sumar la creciente competencia de otros sectores como el industrial o el urbano, que limitarán el agua para usos agrarios. Finalmente, la limitación en infraestructuras, tales como canales o presas, suponen un problema añadido para garantizar estos recursos a la agricultura.

Otro de los grandes retos de la agricultura de regadío es el desequilibrio que se va a generar entre regiones. Gran parte de la producción se concentra en países áridos y semi-áridos y, en general, muchos de ellos en vías de desarrollo y con bajas renta per cápita. Además, son éstas las regiones que más van a sufrir los impactos del cambio climático y donde la reducción en la disponibilidad de agua y el incremento de la población será mas intenso. En este contexto, los conflictos por el agua van a intensificarse.  

La gestión eficiente del agua es necesaria para poder hacer frente a la creciente demanda de este recurso. Sin embargo, la pregunta es si estamos preparados para ello y cómo. La gestión de los recursos hídricos es un tema complejo y muchos de los sistemas hidrológicos a nivel internacional carecen de gestión, o bien, están mal gestionados. Algunas soluciones tradicionales que han ofrecidos los economistas para la gestión de estos recursos pasan por la implantación de instrumentos económicos, tales como precios del agua o mercados de agua. Otra opción es el control de las extracciones de agua con la imposición de cuotas o límites y la asignación de derechos de propiedad. Si bien, estos sistemas son eficientes para la gestión de los recursos, su correcto funcionamiento requiere de la existencia de instituciones y organismos que los controle y, en general, con costes de operatividad y transacción altos. Por tanto, estos instrumentos tienen que ir acompañados de medidas de carácter institucional que fomenten la cooperación entre los agentes y garanticen la sostenibilidad de los recursos.  

Sin embargo, otro tipo de medidas van a ser necesarias para garantizar la seguridad alimentaria. Es necesario potenciar nuevas políticas como la reutilización de agua, mejoras en las tecnologías y prácticas de riego y en la adaptación de cultivos. Todas estas medidas podrían aliviar la presión sobre las masas de agua y garantizar el regadío. Otro tema clave es el uso eficiente del agua en la cadena agroalimentaria de manera que se garantice el menor consumo de agua posible. De nuevo, estas medidas requieren de un marco institucional y de una implicación y compromiso político para su implementación y para garantizar su eficacia. Tal y como evidencian las crisis, el desafío más importante sigue siendo el marco institucional y el compromiso político para cooperar entre países y regiones y garantizar la sostenibilidad de los recursos.