Con el desierto en los talones / Daniel Hernández

Fecha: 11-Nov-2019

Daniel Hernández Torres
  Fundación Global Nature 
dhernandez@fundacionglobalnature.org

Colaboradores: Vanessa Sánchez Ortega, Jordi Domingo Calabuig y Patricia Ruiz Rustarazo
  Fundación Global Nature 

Si la situación climática que vivimos en España fuera un chiste, y les aseguro que no lo es, podría ser algo así: “Se abre el telón y se ve una región con un déficit hídrico en aumento, elevadas tasas de erosión, incapacidad del suelo para retener el agua y problemas de polinización. Se cierra el telón, ¿cómo se llama la película?” La respuesta bien podría ser: “Con el desierto en los talones”.

Ojalá pudiera ser una película de Hitchcock, pero desgraciadamente no lo es. Hablemos con seriedad del problema. En España, la temperatura máxima media aumentará en el S. XXI entre 2,1 y 5,8º C y la temperatura mínima media lo hará de 1,6 a 4,3º C. Las olas de calor se alargarán y las tendencias en precipitaciones reducirán su frecuencia y aumentarán su intensidad. Esto se traducirá en un mayor estrés hídrico, problemas de vernalización y acumulación de horas de frío, pérdida de suelo fértil y, en definitiva, un menor rendimiento agrícola. Las tasas de erosión en cultivos herbáceos se sitúan por encima de las 10 toneladas por hectárea en gran parte del sur de Europa. En cultivos permanentes las pérdidas de suelo suelen superar las 40 toneladas por hectárea en suelo desnudo, llegando incluso a las 200 en terrenos con mayor pendiente. El consumo de fertilizantes minerales se encuentra al alza, y varios países presentan una tendencia al aumento en el uso de pesticidas: 5,2% en el caso de España, 17,4% en Francia y 26,5% en Austria.

Pero, ¿qué definen estos indicadores? Tasas de erosión de 40 toneladas por hectárea resultan en unas pérdidas de 2.600 € por hectárea y año, algo a todas luces inasumible para un agricultor. El uso creciente de pesticidas desploma las tasas de polinización y de control biológico de plagas que afectan a nuestros cultivos. El abuso en fertilización mineral reduce el contenido en carbono y materia orgánica de nuestros suelos, lo que afecta a la cantidad de agua que pueden infiltrar, retener y ofrecer al cultivo cuando más lo necesita. En definitiva, estos indicadores definen que el desierto ya nos pisa los talones.

Existen soluciones que empiezan por mirar al suelo

Las soluciones existen y, en parte, pasan por entender que el elemento clave es el suelo: como fuente de vida, riqueza y patrimonio natural. Las características de este suelo para constituir nuestra mejor arma han de ser: fertilidad, (química, física y biológica), alto contenido en carbono y materia orgánica, alta capacidad de infiltración y retención de agua, abundancia y profundidad. En esta misma línea, debemos consensuar que en la región meridional (una de las más castigadas por el cambio climático a nivel mundial) estas características sólo se cumplirán a través de medidas como la rotación de cultivos a nivel de parcela y la diversificación de cultivos a nivel de explotación, reducir la superficie de suelo desnudo cada año favoreciendo las cubiertas vegetales, evitar el abuso en fertilización mineral en favor de sustancias orgánicas recicladas de la actividad ganadera o la industria agroalimentaria y reducir el uso de pesticidas para tener suelos vivos.

Les aseguro que la receta no es en absoluta innovadora. De hecho, es algo que vienen diciendo los especialistas y científicos desde hace décadas, y a veces sorprende la enorme distancia entre lo que parece de sentido común y la realidad de nuestro paisaje agrario.

Cabe añadir que existen herramientas y metodologías testadas a pie de campo que permiten poner cara a todos estos retos climáticos en cada cuadrícula de 25x25 km del territorio europeo. Asimismo, pueden bajar a nivel de explotación agraria en cada una de esas cuadrículas, atender sus especificidades y desarrollar un plan de acción de adaptación a este cambio climático, como los desarrollados, por ejemplo, por Fundación Global Nature en el proyecto Agriadapt. Estas herramientas bien podrían utilizarse para desarrollar un mapa de riesgos por regiones que nos ayude a la adaptación de las explotaciones agrarias y a la toma de decisiones informadas para definir la estrategia.

Desde FGN, siendo nosotros mismos agricultores y ganaderos, animamos a una mejora continua en el tratamiento del suelo en la que se incluyan paulatinamente medidas como las descritas anteriormente. Necesitamos un suelo más resiliente que asegure nuestros rendimientos, un suelo que nos ayude a hacer frente al avance del desierto.