Animales contra drones

La proliferación de aparatos voladores multiplica los choques con las criaturas de la naturaleza.

Fecha: 10-Apr-2017

Tags: drones

Fuente: Madrid I+D

A pesar de lo que contó hace siglos Plinio el Viejo sobre los ratones, lo que de verdad aterra a los elefantes son las abejas. En cuanto escuchan cerca el zumbido de sus alitas, se inquietan, agitando sus orejas para espantarlas mientras corren lejos de allí. Lo saben bien en el proyecto Mara Elephant, dedicado a proteger a los elefantes de la reserva keniana del Masai Mara: para evitar choques con la población local, protegen los cultivos con colmenas centinela que espantan a los paquidermos.

Sin embargo, no pueden poner abejas en todos los lugares en los que pudieran surgir conflictos con los humanos. Pero han encontrado un buen sustituto: los drones. En su estudio de las poblaciones de elefantes, los investigadores habían descubierto que el ruido de las hélices de los pequeños artefactos voladores provoca en los gigantes africanos el mismo repelús que las abejas. Los drones, de este modo, sirven para pastorear a los elefantes, alejándolos de las poblaciones humanas: durante un año no tocaron ni una sola mazorca en el área de pruebas de esta tecnología.

Es un ejemplo más de la particular relación de amor-odio que mantienen las bestias de la naturaleza y las criaturas tecnológicas. Se asustan, se complementan, se combaten, se cazan y se ayudan. La última decepción vino de Sudáfrica, donde los drones prometieron proteger a los rinocerontes de los furtivos: el parque Kruger ha cancelado el programa "muy decepcionado" con el desempeño de los vehículos aéreos no tripulados. En los últimos años, los drones se han hecho cada vez más accesibles propiciando su proliferación incluso en la investigación y conservación de especies animales, como en estos casos. Pero conviene actuar con cuidado.

"Los drones pueden ser extremadamente ruidosos y pueden afectar el paisaje sonoro natural", asegura el Servicio de Parques Nacionales de EE.UU. en una advertencia que prohibía su uso. "Además, pueden tener impactos negativos en la vida silvestre cercana". No era una suposición: cada vez vamos conociendo mejor los niveles de estrés que estos aparatos provocan en los animales. Los osos negros disparan su ritmo cardiaco en presencia de los drones: hasta 123 pulsaciones más por minuto, un susto registrado incluso en un ejemplar que ya se había recogido para hibernar. Para los investigadores de la Universidad de Minnesota que publicaron este estudio, fue más significativo descubrir que su conducta no variaba en absoluto: la procesión iba por dentro. "Solo porque no podemos observar directamente un efecto no significa que no está ahí", explicaba Mark Ditmer, autor principal del estudio, sobre la necesidad de ser cautelosos.

Por ejemplo, estos días se ha alertado de que los drones estaban arruinando uno de los momentos más delicados de la vida de las focas y otros mamíferos marinos que buscan cobijo en las playas de California para la crianza. "Estos animales son realmente sensibles y necesitan ese tiempo [cinco semanas de cría y aprendizaje], las crías necesitan ese tiempo con sus madres", advertía Laura Chapman, responsable del Centro de Mamíferos Marinos.